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Diario del Alto Aragón - “Una España vacía es como decir derrotada; y no es así, es poco poblada y hay que invertir” - Mariluz Hernández

Entrevista de Diario del Alto Aragón - 15/05/2021

Reproducimos aquí la entrevista publicada en la versión digital de Diario del Alto Aragón, que firma Elena Puértolas:

Mariluz Hernández Navarro, profesora titular de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza

La mujer es clave para frenar la despoblación, según dos estudios presentados recientemente por Agricultura del Gobierno de Aragón, a través de su Unidad de Igualdad y en colaboración con la Universidad de Zaragoza. Mariluz Hernández Navarro dio clases en el campus de Huesca en los años 90 y recuerda que Ana Castelló, que fue la que le hizo interesarse por el desarrollo rural, puso en marcha en 1989 el primer postgrado universitario en Gestión de Desarrollo Rural. Lleva años mirando al medio rural.

¿Es nuevo que las mujeres quieran seguir en el pueblo?

— De unas décadas a ahora, ha cambiado esa percepción de que si te quedabas en el pueblo qué ibas a hacer. Ni había empleo ni posibilidades. Se quedaba el que no podía marcharse o el que tenía muchas tierras o recursos económicos, pero incluso estos iban y venían. Pero sobre todo las mujeres salían y sus familias las empujaban a salir para que tuvieran un mejor futuro.

Hay más mujeres que apuestan por quedarse. ¿Por qué?

— Porque se sienten identificadas con sus pueblos, porque consideran que tienen de todo. Depende también de la edad, porque las chicas más jóvenes quieren salir a estudiar, trabajar fuera, acumular experiencia...

La clave está en poder elegir.

— Eso es, que quien quiera se pueda quedar, se puede ir o incluso volver.

Y para ello, ¿qué oportunidades ven las mujeres?

—El punto de vista de las mujeres es que oportunidades laborales hay pocas. La mayoría considera que si se quieren quedar tienen que emprender. El 60 % de las mujeres cree que las oportunidades de empleo para ellas en su comarca son insuficientes o no hay. Solo el 12 % considera que son bastantes. ¿En todo Aragón igual? Pues no. Las que tienen cerca un municipio grande o están en comarcas turísticas del Pirineo esas sí que creen que hay más oportunidades, pero cuanto más te alejas del centro del valle del Ebro y, sobre todo en la montaña turolense, son las que menos posibilidad de empleo ven. En las comarcas que peor ven las oportunidades, según nuestra encuesta a 560 mujeres, son las del Aranda, Campo de Cariñena y Sierra de Albarracín.

¿Y en la provincia de Huesca?

— Las que mejor lo ven son las de Alto Gállego y Ribagorza. El Sobrarbe lo ven peor, y está en un valor intermedio con el Somontano de Barbastro. Los peores valores están en la Jacetania y La Hoya de Huesca. De otras comarcas no hay suficientes respuestas para ser representativas.

Según estadísticas del INE, la población tiende a concentrarse en cabeceras comarcales y además hay más mujeres.

— El 71 % de las respuestas a nuestra encuesta viene de municipios de menos de 2.000 habitantes y solo el 5 % viven entre pueblos de 5.000 y 10.000. Las mujeres de Huesca, Zaragoza, Teruel, Calatayud… no las consideramos del medio rural. Sí, los pueblos están envejecidos y masculinizados.

Siempre se habla del papel vital de la mujer para atraer población al medio rural. ¿No es un poco machista?

— Es así, pero más que ser ella la que atrae es que cuando las mujeres se van de los pueblos se va la familia. A veces cuando los hijos empiezan a ir al instituto se van a la cabecera comarcal para evitarles el desplazamiento.

¿Se visualiza lo suficiente a la mujer del medio rural?

—Ha habido cambios sustanciosos, pero todavía hay la necesidad de seguir visualizando lo que las mujeres hacen, su trabajo no remunerado… Siguen siendo las cuidadoras principales de los niños, de las personas mayores, de la casa… Ellas sacan adelante todo lo doméstico.

¿El concepto de mujer rural cambia? ¿Cada vez hay más emprendedoras y no solo en el sector agrícola y ganadero?

—Las mujeres no tienen la percepción de que trabajan en la agricultura o la ganadería, lo llaman ayuda familiar, aunque trabajan casi igual o haciendo otras labores de menos fuerza, pero mucho tiempo.

¿Hay cambio generacional?

— Sí, las mujeres de menos de 40 años ya tienen una ruptura con respecto a las generaciones anteriores, que seguían en la misma dinámica casi sin planteárselo o eran muy pocas las que lo hacían. Mientras que ahora hay un mayor empoderamiento entre las mujeres jóvenes o al menos las que han contestado a nuestra encuesta, que quizá sean las más comprometidas con el medio rural.

Cada vez se habla más de despoblación. ¿Es fundamental para propiciar un cambio?

— Sí, pero se habla de la España vacía o vaciada, pero no lo está, está poco poblada. Una España vacía es una España ya derrotada, que si está así parece que ya da igual, que qué vamos a hacerle. Pero en una España poco poblada (es un cambio de terminología), hay que invertir y trabajar en los servicios y es de justicia territorial equilibrarlos.

¿Sienten que están atendidas?

— En servicios educativos creen que tienen lo básico: acceso a la escuela y al instituto. Pero eso a lo mejor significa que los hijos tienen que salir a las 7:00 y volver a las 16:00 sin comer, una carga que sus coetáneos de ciudad no soportan. Y para cuidar a los mayores creen que los servicios son insuficientes.

¿La educación sigue siendo clave como hace décadas que cuando cerraban la escuela cerraba el pueblo?

— Ahora también, la educación y el bar. Es el punto de encuentro, donde se hace pueblo y se ponen en común las inquietudes. Las mujeres lo tienen más sencillo porque forman asociaciones y raro es el pueblo que no tiene dos o tres, la de amas de casa, la cultural, la amypa… Ahora, las mujeres es verdad que están en asociaciones del rol femenino tradicional.

Para hacer bolillos.

— O gimnasia, taller de memoria… pero en el momento en que son asociaciones de productores, de comerciantes o los grupos de acción local sí participan pero no dan el paso al frente de ocupar un cargo directivo.

¿Qué explicación tiene?

Dicen que es porque los horarios a los que se hacen las reuniones no tienen en cuenta los colegios, las cenas…

¡Vaya!, siempre condicionadas por los horarios domésticos.

— Sí, y los de los abuelos, que son las principales cuidadoras. Dicen que es por eso, pero igual podría ser porque no está bien visto que las mujeres se dediquen a este tipo de asuntos, pero esta es una hipótesis de trabajo, que no la tenemos confirmada.

¿La brecha de género es mayor en el medio rural?

— Es posible que sea mayor, sí.

Hablamos mucho de cuidados pero, con emprender, generar proyectos... ¿puede haber más ruptura?

Las mujeres y hombres emprenden más o menos igual pero en labores diferentes. Con datos del Leader, la mayoría de las mujeres emprendedores tienen entre 36 y 45 años y en este último periodo ha habido varias de más de 55 años.

¿Y en qué lo hacen?

En sector servicios y en agroindustria. También es verdad que con Leader no se emprende en producción agrícola, pero sí en transformación. Las mujeres emprenden mucho en agroindustria, que en muchas ocasiones se interpreta que sigue en el mismo rol doméstico, como que qué más te da hacer las mermeladas dentro de casa que fuera; pero lo cierto es que demandan ese tipo de trabajo.

Pero hay un cambio, el convertirlo en un negocio, el traspasar las puertas de tu casa es importante, ¿no?

Sí, y para ellas no solo es un negocio, es un proyecto de vida. Emprenden también en muchos servicios relacionados con la salud, fisioterapia, osteopatía, cuidados emocionales, belleza… Este último es muy importante en los pueblos que están envejecidos. Son negocios que suponen menor inversión.

¿Confían en las administraciones para mejorar su vida?

— Nada. Un 60 % dice que nada o poco. Muchas veces dicen textualmente que vienen aquí solo una vez cada cuatro años con las elecciones.

El problema ya está en la agenda política. ¿Pero cómo se está traduciendo? ¿Qué deben hacer las administraciones?

— Tienen mucho por hacer pero hay varias cuestiones a tener en cuenta, porque todas las acciones y planes para mejorar la calidad de vida son inversiones que se hacen hoy y que los resultados no se van a ver a corto y medio plazo, no en cuatro años. Y lo que quieren son resultados inmediatos. Es hacer una inversión poco visible para una zona del territorio grande pero que está poco poblada y que se traduce en pocos votos y puede ser que los frutos los recojan unas elecciones por detrás, que hasta puede que sea el adversario. Ahí la administración tiene que tener mucha altura de miras y explicar qué hace y por qué.

¿Han hecho recomendaciones al Gobierno de Aragón?

— La propia administración reconoce fallos y esto es un buen punto de partida porque mientras no te das cuenta de que lo puedes hacer mejor, no lo haces.

Existe el Ministerio del Reto Demográfico con una secretaría general, el comisionado de la DGA, diputaciones, ayuntamientos... ¿Es necesario un pacto de Estado y una coordinación institucional?

— Sí, porque se pierde mucho trabajo y a veces no se llega a ninguna parte. No es que no se hagan cosas, pero a veces de forma descoordinada. Estos temas de ámbito territorial deberían ser acciones transversales, que afecten a los diferentes niveles de la administración trabajando de manera coordinada.

El ministerio ha anunciado un plan con muchas medidas.

— A veces son acciones de favorecer, emprender... con medidas poco concretas. Es mejor diseñar menos actuaciones pero bien: qué se va a hacer, cuándo, quién toma la iniciativa, cuánto cuesta, de dónde sale el presupuesto... y cómo vamos a medir y evaluar lo que se ha hecho para ver si las actuaciones han tenido éxito o si se sigue así o no.

Ya que trabaja en la Universidad de Zaragoza, con la Diputación Provincial pone en marcha ahora el Proyecto Desafío Huesca y el Proyecto Arraigo Huesca para que estudiantes y titulados puedan hacer prácticas en municipios de hasta 1.500 habitantes. ¿Cómo ve esta medida?

— Esas son las medidas más efectivas, en las que hay acciones concretas, se sabe cuándo se va a hacer, quién va a pagarlo... Son buenas iniciativas para visibilizar cómo se vive en el medio rural y, en segundo lugar, porque con el tiempo algún estudiante podría llegar a establecerse en un pueblo.

La mitad de la población de Aragón vive en Zaragoza, ¿qué se puede hacer?

Es muy difícil de cambiar. Es un problema derivado de la dinámica demográfica y del concepto de crecimiento de los años 60-70, donde por un lado el campo expulsaba gente por la mecanización y esa gente fue a la ciudad que los estaba esperando porque allí estaba la industria. La planificación del territorio de los años 70 favoreciendo los polos de desarrollo concentró a la población en torno a grandes ciudades, como el caso de Zaragoza. Esto es un camino de difícil retorno porque cada uno vivimos donde queremos.

Eso es relativo porque depende de las oportunidades, ¿no?

— Cierto. Igual no es donde quieres pero sí donde decides porque tienes trabajo, más oportunidades para tus hijos… Lo que se puede hacer es una discriminación positiva en las áreas rurales. Lo básico es dotar de servicios al territorio aunque sea más caro, pero hay qué priorizar en qué nos queremos gastar el dinero. 

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